domingo, 29 de enero de 2012

Es posible que nunca sea suficiente...

A veces me pregunto si algún día será suficiente. No lo es, por ahora. Para llegar a ponerse la verdadera corona de una princesa hace falta caminar mucho y nunca es fácil. Esa corona no puede conseguirla cualquiera, y yo sé que no la merezco, por ahora.

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¿Realmente hay un peso ideal? ¿Llegará el momento en el cúal sienta que mi cuerpo tiene esa perfección tan ansiada? No lo sé. Cuando mi amada y odiada báscula marque los 38 kilos, creo que tendré derecho a la corona, pero, ¿estaré satisfecha? Es difícil decirlo. A veces, al pensar en el pasado, no puedo creer que llegara a pesar 48, 49... ¡incluso 50 kilos! No, no quiero volver a pesar eso. Y nadie me decía que estaba gorda, al contrario, opinaban que estaba delgada, normal... Qué leches sabrán ellos. Al diablo sus opiniones. ¿De quién es el cuerpo? Mío, ¿no? Ahora, con 43 kilos de peso, sigo sintiéndome una mera aprendiz de princesa, nunca satisfecha, nunca perfecta. No noto esos huesos que dicen que asoman de mis clavículas. Mis piernas són demasiado anchas, todavía no tengo esa esbeltez en la barriga, que cada día tiene más grasa.

Intento ser objetiva, y darme cuenta de que mi talla es pequeña. Tengo una 34, normalmente, y pienso en las chicas que me rodean, en que la mayoría pesan más que yo y parecen contentas. Pero yo no puedo. No puedo conformarme con un peso normal, no puedo aceptar ser sólo delgada. Las princesas no comparten la objetividad de los demás. ¿Por qué su opinión tiene que ser la correcta?

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